Una mani para "tapar" el aniversario del 11-M
La teoría de la conspiración va encogiendo a medida que avanza el juicio del 11-M. No es descartable que los guionistas de “Expediente Ñ” (versión hispánica de “Expediente X”) nos aporten aún unas cuantas portadas de El Mundo con impactantes revelaciones a cargo de ese interminable elenco de habitantes de las cloacas de la sociedad con que hasta ahora han alimentado el circo, luego convenientemente amplificado en radios, periódicos e internet. Pero le queda poco recorrido y uno de estos días simplemente descabalgarán de ese caballo y montarán en otro. Y santas pascuas. Que nadie espere una rectificación, una disculpa.
Entretanto, Rajoy se pone al frente de la manifestación. Llama a los “sensatos” y a “los españoles de bien” para combatir al ejército de las tinieblas, a los malos españoles, a los insensatos. Vaya, a los imbéciles, dicho en plata. Enarbola la bandera y se agarra a la pancarta con todas sus fuerzas.
Hay que hacer tanto ruido como sea posible, para “tapar” el eco del aniversario del 11-M, dentro de pocos días. Le viene bien. Esconde así el agujero negro, el origen de todo: no el atentado, sino el gran engaño que urdieron en los despachos del poder en aquellos días de marzo. La huida hacia delante es la estrategia, la algarabía callejera, la arenga de verbo encendido, el insulto, la ofensa. Todo vale para esta operación de despiste de la opinión pública, alimentada por un ZP que una de dos: o no había previsto la explosiva reacción del PP y sus coros o la busca con entusiasmo y maquiavelismo, para apretar el acelerador de su radicalización y cohesionar el bloque progresista-periférico. A saber.
Salen a manifestación por semana. Les va la marcha, le han cogido gusto y el cuerpo les pide más. Y esta euforia callejera y pancartera les está llevando por un camino peligroso, además de atraer a una minoría hasta ahora silenciosa, que de repente ha hallado el altavoz ideal para asomar la cabeza: una ultraderecha vergonzante que ha recuperado su orgullo, su autoestima. Por fin ha encontrado –tristemente- un papel en el guión de la historia de la España moderna. Pero las bocas se calientan y uno de estos días van a cometer un resbalón gigantesco. Al tiempo.
Entretanto, Rajoy se pone al frente de la manifestación. Llama a los “sensatos” y a “los españoles de bien” para combatir al ejército de las tinieblas, a los malos españoles, a los insensatos. Vaya, a los imbéciles, dicho en plata. Enarbola la bandera y se agarra a la pancarta con todas sus fuerzas.
Hay que hacer tanto ruido como sea posible, para “tapar” el eco del aniversario del 11-M, dentro de pocos días. Le viene bien. Esconde así el agujero negro, el origen de todo: no el atentado, sino el gran engaño que urdieron en los despachos del poder en aquellos días de marzo. La huida hacia delante es la estrategia, la algarabía callejera, la arenga de verbo encendido, el insulto, la ofensa. Todo vale para esta operación de despiste de la opinión pública, alimentada por un ZP que una de dos: o no había previsto la explosiva reacción del PP y sus coros o la busca con entusiasmo y maquiavelismo, para apretar el acelerador de su radicalización y cohesionar el bloque progresista-periférico. A saber.
Salen a manifestación por semana. Les va la marcha, le han cogido gusto y el cuerpo les pide más. Y esta euforia callejera y pancartera les está llevando por un camino peligroso, además de atraer a una minoría hasta ahora silenciosa, que de repente ha hallado el altavoz ideal para asomar la cabeza: una ultraderecha vergonzante que ha recuperado su orgullo, su autoestima. Por fin ha encontrado –tristemente- un papel en el guión de la historia de la España moderna. Pero las bocas se calientan y uno de estos días van a cometer un resbalón gigantesco. Al tiempo.
2 comentarios:
Rajoy está perdiendo el norte. Veremos en qué para todo esto.
Algo puede pasar en Terrassa el día 26 de Abril de 2007.
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