Toros: tradición y salvajada

Los toros son una salvajada. Lo escribo con todo el con respecto a estos pobres animales, hermanos nuestros con cuernos y rabo. Lo escribo también con respeto a los que son amantes de la fiesta taurina y no han pensado ni un momento en el dolor del toro, en la crueldad (eso sí, muy estética y cañí) de las corridas. Pero este respeto no es extensivo a los demagogos que confunden España con un matadero lleno a rebosar de sangre... El Ayuntamiento de Barcelona, vía ERC, se quiere cargar definitivamente los toros en la capital catalana y vice-capital española. "Chapeau", que es más finolis que "jla oreja y el rabo, pero viene a ser lo mismo. Ya sé que hay muchos catalanistas que encuentran un placer secreto e inconfesable a cargarse un símbolo tan hispánico, pero tan catalán, también… Qué le vamos a hacer: que disfruten. Pero yo aplaudo la decisión por otras razones. Ya está bien de burradas, reconozcámoslo de una vez: los toros son una salvajada.

Claro que los toros no son sólo españoles, pertenecen a una antiquísima tradición mediterránea. Los encontramos en Creta, en Cataluña, en Occitania, en Portugal, en el sur de Francia… ¿Y qué? Si compartimos tan sangrienta tradición con otras tierras, ¿esto hace que sean menos salvajes las corridas? Y si es una tradición catalana, ¿la convierte acaso en más respetable?

La dramática matanza del toro es heredera de tiempos más bárbaros y crueles en que los guerreros que asaltaban una ciudad tenían derecho a violar las mujeres y matar los recién nacidos. De unos tiempos más bárbaros en que si la mujer no obedecía al hombre, éste le podía pegar dos bofetones… y echarle después un polvo, si le apetecía. De siglos de hambre y miseria, de incultura, de brutalidad. De años bárbaros poblados de hogueras donde quemaban los herejes y las brujas, de cadalsos, de torturas. Claro, todo eso lo podemos camuflar con mantillas, pasodobles, toques de corneta y todos los colorines albero y grana y banderitas rojas y gualdas que nos vengan en gana, pero por favor, que no nos engañen más con la estética de la corrida.

¿Es una fiesta tradicional? Claro que sí, faltaría más. Como lo puede ser degollar a los vencidos en la batalla, violar a sus mujeres, hacer paté con sus hijos, quemar las brujas en la hoguera o, más esporádicamente, también a los sacerdotes. ¿El mundo no ha avanzado desde entonces? ¿O el hecho de que la fiesta sea hispánica, catalana o mediterránea le da algún tipo de bula especial que permite perdonar la crueldad y el sadismo?

Allá ellos, los que quieran confundir España con tradiciones violentas y sádicas como ésta. España es y tendría que ser otra cosa. Mandemos de una puñetera vez los toros y los toreros al museo, aunque sea con toda la nostalgia del mundo: pertenecen al pasado. Y en ese museo los situaremos al lado de obras extraordinarias como "Los desastres de la guerra", de Goya, que condensan también unas cuantas tradiciones profundamente hispánicas. Hay en esos cuadros imágenes estremecedoras; entre ellas, yo destacaría las de algunos empalados, que no son más que toros con apariencia humana…

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