La reconquista de Al-Andalus

Un grupo de españoles conversos al islam, financiados por países tan entrañables como Arabia Saudí, Emiratos Árabes o Paquistán, quiere construir una gran mezquita en Córdoba. No una mezquita cualquiera, no: nada más y nada menos que "la Meca" de Europa. El ayuntamiento cordobés parece que intentará ganar tiempo, cosa sensata: no es plan presentarse a las municipales del mes de mayo con la gran mezquita en obras…

No nos gusta que construyan mezquitas en nuestras ciudades. Digámoslo claro. No porque puedan ser caldo de cultivo de radicales islamistas: para eso no hacen falta mezquitas. Son elementos extraños en nuestro paisaje, en nuestra cultura. Pero por otra parte, no veo cómo podemos impedirlo. ¿Es ilegal construir mezquitas? Si no lo es, tarde o temprano hay que permitirlo, haciendo cumplir la ley, las ordenanzas y lo que haga falta. Estamos atrapados por nuestro propio sistema, nos guste o no. Es difícil, si no imposible, que prosperen proyectos de catedrales católicas en algún país islámico como Irán, Arabia Saudí, Marruecos, Siria… Es también complicado ir a una playa iraní a practicar topless… Nuestro modelo de sociedad es más avanzado. Superior sería la palabra adecuada, pero parece políticamente incorrecta, ¿verdad?, aunque lo estemos pensando…

No podemos ni debemos prohibir las mezquitas, las sinagogas, los santuarios apaches o los templos mormones. Nuestra sociedad respeta la diversidad de creencias, de culturas. Y, pese a algunos talibanes católicos, tiene por principio la separación entre lo público y lo religioso. Hemos construido a lo largo de la historia una cultura propia, unas bases comunes en las que nos reconocemos. Pero si no queremos que nos las cambien a través de la presión demográfica (inmigración y reproducción), podemos y debemos ponerle freno. Razonablemente, sin extremismos, también sin ingenuidades. Y tenemos también la posibilidad de coger el toro por los cuernos y forzar cuestiones como la igualdad de las mujeres, el respeto a las costumbres públicas, el conocimiento de las lenguas y las culturas de nuestro país, la educación… Es hora de fortalecer con rigor el núcleo de nuestro sistema de ciudadanía: respetarlo y cumplirlo de verdad deben ser los auténticos pasaportes para entrar en nuestro país y quedarse a vivir aquí.

Y que luego cada cual construya templos o le rece al dios que le venga en gana...

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