Caiga quien caiga

En el patio de mi cole había unos cuantos niños que ejercían de matones. Con los años fui encontrándome personajes similares: el matón de barrio, el de las pelis del oeste, el matón de discoteca... Nos tenían acojonados, literalmente. Y si alguien se atrevía a plantarles cara, como hice yo una vez, te zurraban de lo lindo hasta que acababas llorando y mordiendo el polvo. A veces, para mayor humillación, delante de un grupito de niñas. El efecto de aquellas palizas y amenazas era demoledor. Hoy, cuando he conseguido que se me pasara el efecto alucinógeno de la última barbaridad de los estrategas del PP, he recordado aquellos niños chulos, agresivos, violentos, que consiguieron convertirse en los amos del patio de la escuela. Los demás habíamos llegado a una conclusión muy sencilla: simplemente, ellos eran más brutos. No más fuertes que nosotros. Estaban dispuestos a todo, a cualquier precio. Y cuando sabes que tienes frente a ti a alguien que no se va a arrugar, no importa demasiado si tú eres más cachas y luces más bíceps: la determinación absoluta de tu contricante tiene una fuerza impresionante, paralizadora. Piénsalo bien antes de liarte a tortas, porque él no va a abandonar la pelea a medias: es una pelea a todo o nada, caiga quien caiga. Como la que ahora mismo plantea una derecha pasada definitivamente de vueltas y de rosca. Podemos escoger. Aunque nos tiemblen las piernas: o nos rendimos o presentamos batalla, porque ellos están determinados a llegar hasta el mismísimo abismo si hace falta. Hay momentos humillantes de la infancia que por suerte a veces quedan un poco desdibujados, pero estoy bastante convencido de que aquel día me equivoqué al rendirme. Si bajamos la cabeza ante las brutales amenazas de los matones del patio de la escuela nacional, vamos a lamentarlo durante mucho tiempo.

2 comentarios:

Javier Úbeda Fernández dijo...

Yo creo que no estamos para abismos. El panorama cambiará tras las municipales.

JR&OC dijo...

Es un misterio lo que puede suceder de aquí a entonces... Sin embargo, mucho me temo que no escampe después de ese domingo de mayo...

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