Laberinto sin salida

Hay un escaso margen para la paz, casi nulo. El PP no se moverá: tiene bien sujeta a la presa (o eso cree) y continuará con su estrategia, tal vez algo suavizada para ganar algo de imagen de alternativa de gobierno y rebajar unos decibelios su griterío. Intuyen que tienen una oportunidad y no van a ceder ahora. Lógico, aunque lamentable. ETA tampoco se moverá: corren intensos rumores de un inminente comunicado, como si no hubieran mandado ya un mensaje lo suficientemente claro y contundente. Los portavoces de ETA intentarán disimular la cara de pasmo que se les ha quedado, dándole unas cuantas vueltas más al diccionario y a la gramática para avanzar unos milímetros en la expresión de un vago malestar o una remota contrariedad por los dos asesinatos de Barajas. Ibarretxe a lo suyo, faltaría más. Y el PSOE y el gobierno inevitablemente confusos en un laberinto donde se mezcla la mejor y más honrada de las intenciones con una cruda realidad: se acabó el margen de movimientos, se acabó la oportunidad. Para volver a intentarlo, tiene que pasar tiempo, bastante tiempo. Los terroristas y sus portavoces tienen que entender que no van a conseguir nada: éste es el auténtico proceso, todavía inmaduro. Y deberemos recomponer pacientemente un espacio de dignidad, honestidad y decencia en la vida política y periodística española, convertida en un lodazal por los alumnos aventajados de Maquiavelo (el fin, recuperar el poder, justifica los medios, destrozar lo que sea).

Mucho me temo que el principal reto, urgente, sea precisamente éste: reconstruir un hábitat democrático, libre, digno, sereno. No dejarnos llevar por esta enloquecida espiral, que no sólo no conduce a la paz, sino que nos empuja directamente primero al hastío y después al desastre colectivo.

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