La conspiración de los pinochos
ETA sacude el árbol y manda un claro y amenazador mensaje. El robo de pistolas, la renovada kale borroka, los movimientos de sus comandos, los seguimientos a personas que están en la lista de posibles víctimas, así lo revelan. O la rendición o la guerra.
El Gobierno, con la complicidad francesa, manda también un mensaje nítido, clarísimo. Seis etarras detenidos. O la mesa de negociación o la cárcel. El Gobierno ha tenido paciencia, una paciencia calculada y medida para abrir el camino. No ha sido débil ni se ha rendido: ha tendido la mano, asumiendo riesgos porque quería que el proceso de paz avanzara y porque era evidente que antes de sentarse en serio cada parte debe exhibir sus poderes y tranquilizar a los suyos. ZP ha hablado poco, ha repetido como un mantra lo de "un proceso largo, duro y difícil". Era más fácil y sin duda más satisfactorio entrar en batallas verbales. Pero ha sabido administrar bien los silencios. Y los gestos: no ha movido ni una sola ficha. Porque no tenía la certeza de que no había marcha atrás.
El mundo nacionalista vasco -democrático y conservador- se alinea con el Gobierno español, con el socialismo, con la izquierda, con otros nacionalismos democráticos: primero la paz, después la política. Ha hecho una apuesta muy alta y la mantiene. Es una novedad histórica, que no subrayamos lo suficiente.
El sector radical e independentista vasco, "alter ego" de ETA, no se ha sacudido la tutela de los terroristas. Otegi dice que quiere hacer política, pero no tiene claro que le vayan a dar permiso para hacerla. Necesita la paz para no ahogarse, pero no parece tener la valentía necesaria. El guión del proceso de paz necesita un Gerry Adams. No es Otegi.
El PP sigue a lo suyo, de la mano de personajes tan siniestros y mentirosos como Acebes o Alcaraz, empeñado en superarse a sí mismo de infamia en infamia. Tiene un objetivo claro, desde el primer día: que el proceso de paz descarrile. Que el Gobierno y el PSOE se estrellen. A cualquier precio. Faltando a la verdad y a lo que sea. Por ello ha organizado perfectamente una gran conspiración que busca en primer lugar crear el clima adecuado para que la ciudadanía se sienta en estado de sitio, de emergencia. Y para aparecer una vez más como los únicos salvadores de la patria, papel que históricamente y genéticamente se atribuyen en exclusiva.
La Santa Alianza de los furibundos talibanes acompaña al PP en su camino y va subiendo la presión. Ha entrado en una dinámica enloquecida, las palabras le quedan pequeñas para contener tanta rabia, tanta insidia, tanto veneno acumulado. Su papel en el guión de la conspiración derechista es evidente y nada espontáneo. Si este país fuera otro, estarían clamando por un golpe de Estado. Por suerte, ésta sólo puede ser la conspiración de los Pinochos.
Es evidente que esto puede acabar mal. ¿De quién será culpa? De los que necesitan y desean que esto acabe mal. De los que no escatiman esfuerzos para que acabe mal. Principalmente, de ETA, sin duda: aún cree que puede ganar la partida con las pistolas. Pero también de los que están envenenando este país. De los "pinochos" que rezan a su vengativo y furioso Yahveh, el dios de los ejércitos, el dios de la venganza y la rabia, ese dios del Antiguo Testamento tan distinto del dios del Nuevo, para que esto acabe mal. Ya. Hoy mejor que mañana. ¿Quién va a salir perdiendo? Todos.
El Gobierno, con la complicidad francesa, manda también un mensaje nítido, clarísimo. Seis etarras detenidos. O la mesa de negociación o la cárcel. El Gobierno ha tenido paciencia, una paciencia calculada y medida para abrir el camino. No ha sido débil ni se ha rendido: ha tendido la mano, asumiendo riesgos porque quería que el proceso de paz avanzara y porque era evidente que antes de sentarse en serio cada parte debe exhibir sus poderes y tranquilizar a los suyos. ZP ha hablado poco, ha repetido como un mantra lo de "un proceso largo, duro y difícil". Era más fácil y sin duda más satisfactorio entrar en batallas verbales. Pero ha sabido administrar bien los silencios. Y los gestos: no ha movido ni una sola ficha. Porque no tenía la certeza de que no había marcha atrás.
El mundo nacionalista vasco -democrático y conservador- se alinea con el Gobierno español, con el socialismo, con la izquierda, con otros nacionalismos democráticos: primero la paz, después la política. Ha hecho una apuesta muy alta y la mantiene. Es una novedad histórica, que no subrayamos lo suficiente.
El sector radical e independentista vasco, "alter ego" de ETA, no se ha sacudido la tutela de los terroristas. Otegi dice que quiere hacer política, pero no tiene claro que le vayan a dar permiso para hacerla. Necesita la paz para no ahogarse, pero no parece tener la valentía necesaria. El guión del proceso de paz necesita un Gerry Adams. No es Otegi.
El PP sigue a lo suyo, de la mano de personajes tan siniestros y mentirosos como Acebes o Alcaraz, empeñado en superarse a sí mismo de infamia en infamia. Tiene un objetivo claro, desde el primer día: que el proceso de paz descarrile. Que el Gobierno y el PSOE se estrellen. A cualquier precio. Faltando a la verdad y a lo que sea. Por ello ha organizado perfectamente una gran conspiración que busca en primer lugar crear el clima adecuado para que la ciudadanía se sienta en estado de sitio, de emergencia. Y para aparecer una vez más como los únicos salvadores de la patria, papel que históricamente y genéticamente se atribuyen en exclusiva.
La Santa Alianza de los furibundos talibanes acompaña al PP en su camino y va subiendo la presión. Ha entrado en una dinámica enloquecida, las palabras le quedan pequeñas para contener tanta rabia, tanta insidia, tanto veneno acumulado. Su papel en el guión de la conspiración derechista es evidente y nada espontáneo. Si este país fuera otro, estarían clamando por un golpe de Estado. Por suerte, ésta sólo puede ser la conspiración de los Pinochos.
Es evidente que esto puede acabar mal. ¿De quién será culpa? De los que necesitan y desean que esto acabe mal. De los que no escatiman esfuerzos para que acabe mal. Principalmente, de ETA, sin duda: aún cree que puede ganar la partida con las pistolas. Pero también de los que están envenenando este país. De los "pinochos" que rezan a su vengativo y furioso Yahveh, el dios de los ejércitos, el dios de la venganza y la rabia, ese dios del Antiguo Testamento tan distinto del dios del Nuevo, para que esto acabe mal. Ya. Hoy mejor que mañana. ¿Quién va a salir perdiendo? Todos.
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