ETA amenaza y mueve ficha

ETA tiene tres condiciones clave. La primera, en la frente: "modificar el esquema estatutario". Ni referéndums, ni política ni puñetas: porque lo dice ETA. La segunda, de oficio: legalizar Batasuna (algo imposible si no denuncian de una vez y a las claras el terrorismo). La tercera, muchísimo más interesante: acercar los presos etarras al País Vasco. Para ello, su boletín "Zutabe" manda instrucciones clarísimas a sus cachorros y a su brazo político: hay que armar follón en la calle "como nunca". Los brillantes estrategas de la banda, tienen ya la segunda parte de su plan: "Una vez cumplidas estas bases vendría el momento y la posibilidad de entrar en la negociación entre ETA y el Gobierno español, la excarcelación de los presos y la desmilitarización". Con lo cual se llegaría al objetivo final, expresado como de costumbre con ese lenguaje tan diáfano y florido: "la declaración del derecho como pueblo de Euskal Herria".

No se han enterado todavía de que han perdido la guerra y están a punto de perder la paz.

Pero era y es poco realista pensar que se van a enterar en dos días: necesitan tiempo, nos guste o no. E incluso valor, del de verdad, no el que esconde su cobardía tras una pistola y confunde valentía con crueldad.

Pese a todo, hay fichas sobre la mesa de juego y es posible jugar. No es poco. Frente a quienes sostienen a diario (porque confunden el hambre con las ganas de comer) que no hay ningún camino posible para la paz, aquí hay uno.

Escondido entre la hojarasca de la palabrería etarra, pero lo hay, como lo hubo siempre. Los presos.

Como en aquellos tiempos en que el gobierno Aznar no negociaba nada, por supuesto, pero acercaba y excarcelaba presos a toda máquina. Aunque tienen que salvar la cara de alguna manera, los presos son la clave del intercambio en esta negociación. Siguen siéndolo. Y todas las partes saben que esta baza pertenece al Gobierno. Que ya mandó un claro mensaje en los últimos días: podemos aumentar el censo de etarras encarcelados.

Es una buena noticia. Escondida entre un montón de declaraciones huecas, de amenazas temibles, de desprecios a la democracia y de ofensas a la inteligencia. Hay un mínimo espacio para maniobrar, algo imprescindible para el otro jugador, el Gobierno, que juega la partida en nuestro nombre, el nombre de la inmensa mayoría, incluso de los que desean ferozmente que la pierda. Claro que todo se puede ir al garete en cualquier momento. Pero, ¿qué esperábamos? ¿Una rendición instantánea? Repitamos el mantra de Zapatero…

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